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Coblenza

Hace ya unos cuantos domingos de esta excursión, pero llevaba ya tiempo deseando publicar un post sobre el tema. Veréis, previamente a explicaros esta historia, tengo que poneros en antecedentes: resulta que el grupo con el que he estado viajando aprovechábamos nuestra condición como estudiantes para viajar por toda Renania-Westfalia «gratis». Resulta que aquí en Colonia ser estudiante son todo ventajas, y la primera de ellas es el maravilloso Semesterticket, un billete de transporte con el que no solo podemos utilizar cualquier metro o bus de Colonia, también tenemos la posibilidad de coger cualquier regional dentro de Renania. «Bien» pensé yo «pues miraré en mi estupenda guía de Alemania qué visitas interesantes se pueden hacer por esta región y allí iremos». Tal que así propuse al grupo viajero de ir a Coblenza, una bella ciudad a tan solo una hora de Colonia. Como felices estudiantes que éramos, cogimos nuestro tren regional dispuestos a disfrutar gratuitamente de una nueva excursión dominguera. Menuda fue nuestra sorpresa cuando, al pasar la revisora, nos dijo que nuestro ticket solo es válido hasta Bonn. El resto nos tocó pagarlo. ¡Qué disgusto más grande! Pero claro, a nosotros nadie no ha dado lecciones de geografía alemana, difícilmente podemos saber dónde empiezan y acaban nuestros horizontes turísticos gratuitos.

En fin, después de este mal rato, llegamos a la ciudad. Al salir de la estación, fácilmente encontramos una indicación para ir a la oficina de turismo (¡lo primero que hacíamos siempre que visitábamos cualquier nuevo pueblo o ciudad!). Empezamos a andar… a andar… y andar. Incluso pasamos por delante de una parada del tren anterior a la que habíamos bajado (que en teoría no era la correcta) y continuamos andando un poquito más. Finalmente, encontramos la oficina de turismo en un edificio modernísimo, impoluto y requeteblanco. Tan inmaculado era que casi que sabía mal entrar. Allí encontramos un plano de la ciudad, pero poca cosa más. Como lo mejor de Coblenza se concentra en el casco, lo primero que hicimos fue dirigirnos hacia allí. Paseando por las calles peatonales constatamos que, efectivamente, Coblenza es una ciudad realmente bella. Pero lo mejor estaba por llegar, ya que sin duda lo mejor de esta ciudad son sus ríos. La unión del Rin y el Mosela crea una península picuda, como si fuera un barco. En esa posición privilegiada tienen un enorme (y cuando digo enorme, digo increíblemente enorme) monumento dedicado a un rey de cuyo nombre no me acuerdo. Pero debió de ser alguien importante para Alemania, ya que alrededor de él ondean las banderas de las regiones más importantes del país.

Rin y Mosela

Recorriendo la orilla de ambos ríos percibí algo en Coblenza que era diferente respecto otras ciudades que hasta el momento habíamos visitado, como Bonn o Aachen. Tenía un aire… ¿cómo diría? Más afrancesado. Puede que sea influencia del Mosela, o porque se trata de una ciudad con tradición vinícola, el caso es que tiene esa especie de «esencia francesa». No solo las calles, también las cafeterías y restaurantes están decorados de un modo muy acogedor. Es curioso, porque solo he estado tres veces en Francia y en mi cabeza parece muy claro el estilo francés. Sin embargo, ahora que ya llevo un tiempo en Alemania ya no sabría decir qué es alemán/germánico. Puede que cuando no conocemos las cosas bien nos resulte más fácil simplificar sus características más llamativas. En cualquier caso, más francesa o más alemana, Coblenza es una ciudad muy bonita.

Después de pasear un rato más por la ciudad y comer en un restaurante muy coqueto, tomamos el Seilbahn (‘funicular’) para llegar al otro lado del río y ver una panorámica de la ciudad. Fue genial. Muy recomendable, si alguna vez tenéis la oportunidad de subir a un funicular aprovechadlo: las vistas son realmente estupendas. Además, tuvimos la suerte de que justo en aquel momento salió el sol. Vamos, que la jugada nos salió redonda. Al otro lado del río también hay una fortaleza que se puede visitar, pero sobre eso no os puedo explicar nada: en aquella época tuvimos que empezar a tomar medidas de ahorro y hacer recortes en la compra de entradas. Al volver del funicular seguimos andando un rato más a la orilla del Mosela-Rin (ya que a partir de ese punto discurren ambos ríos juntos) y llegamos hasta un palacete-castillo. Creo que estaba dedicado a «eventos» y cosas de esas, porque solo una parte estaba abierta al público y no era especialmente turístico. De allí ya decidimos volver hacia la estación, ya que después de estar todo el día andando estábamos un pelín cansados. Por suerte, a la vuelta ya no tuvimos problemas con el billete.

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